En esta, la arquitectura define la forma de la ciudad, pues opera como un sistema que articula diferentes escalas de relación.

Para que esto sea posible, es preciso borrar los límites disciplinares, y hacer uso de una estructura espacial que no diferencia entre paisaje, urbanismo o arquitectura.

La arquitectura es entendida como parte inseparable de la ciudad, la ciudad como estructura espacial del paisaje, y el paisaje como el sistema espacial de continuidad que permite a la arquitectura emerger coherentemente.

Pero, paradójicamente, la única manera en la que esto puede suceder es a través de una nueva monumentalidad metropolitana, en la que arquitectura, paisaje y ciudad se presentan de manera ambigua, donde los limites son habitables, y lo privado se presenta como público.